La vida es un recorrido único, desde el primer aliento hasta el último suspiro. Aunque muchas veces evitamos hablar del final, nuestro cuerpo posee una sabiduría innata capaz de percibir señales cuando este momento se aproxima.
La ciencia y la experiencia médica han observado que, en ciertos casos, el organismo comienza a mostrar cambios sutiles: variaciones en el sueño, pérdida de apetito, disminución de la energía o un estado de calma inusual. Estos signos no siempre significan que el final esté cerca, pero pueden indicar que el cuerpo está entrando en una fase de transición.
Esta capacidad de “presentir” forma parte de la conexión profunda entre la mente, el cuerpo y las emociones. En muchas culturas, se interpreta como una preparación natural, tanto física como espiritual, para un nuevo estado de existencia.
Reconocer estas señales no es motivo de temor, sino una oportunidad para valorar más cada momento y fortalecer los lazos con las personas que amamos.
El cuerpo, con su sabiduría silenciosa, nos recuerda que la vida es un ciclo, y que cada etapa, incluso la final, puede ser comprendida con serenidad y gratitud.
